sábado, enero 08, 2005

-Algo va a quedar adentro tuyo siempre -No

- ¡Oye, Marcel!
Supongo que yo era la última persona que ella esperaba ver.
- A los años.
Milagros me proporcionó un efusivo abrazo. Por un segundo creí no estar tan solo en el mundo.
- ¿Cómo estás? -Le pregunté.
- Bien, muy bien. ¿Y tú?
- Ahí. ¿Qué estabas haciendo?
- Estudiaba un rato.
Milagros se acomodó el pelo y sonrió. Me miró con un par de ojos soñadores.
- ¿Y qué te trae por aquí?
- Nada, sólo quería saber cómo estabas.
- Escuché que no diste el examen...
- Lo perdí.
- ¿Cómo que lo perdiste?
- Es que llegué tarde.
Milagros se sentó en una de las gradas. Esperó un par de minutos y rió.
- No te creo.
- Es cierto.
Milagros se mordió una uña. Habló un par de minutos de gente que conocíamos en común. Todos habían ingresado a la Universidad. La verdad, el examen de admisión no era un reto para mí. Finalmente le dije que me sentía muy solo.
- No sé qué hacer -dije.
Milagros estiró sus brazos hacia el cielo infinito y las estrellas. Un poste de luz nos iluminaba con un extraño color blanco.
- Todos nos sentimos solos. Siempre.
Esa no era una respuesta.
- No sé. Milagros, no lo entiendes. Yo realmente estoy solo en el mundo.
Por una de las ventanas de su casa todavía podía ver el ambiente de adentro. Milagros se dio cuenta que miraba por allí y dijo:
- Es una cena. Mi mamá y unas amigas suyas del colegio.
- Claro...
- A qué te refieres con eso de que estás solo, Marcel.
- Estoy jodido y loco.
Milagros movió su cabeza de un lado a otro, dijo:
- No. No es verdad.
- ¡Es cierto!
- Nada más lo dices porque te gustaría que fuera verdad.
- ¡No!
- Claro que sí, Marcel. -Y en seguida, Milagros continuó- A ti te gustaría ser como esos escritores a los que lees. Te gustaría estar demente e ir al psiquiatra. Te gustaría drogarte mucho hasta perder el sentido. Te gustaría estar, como tu dices, jodido y loco...
Me pregunté hasta qué punto Milagros me conocía.
- En ese caso, aún puedo intentarlo.
- ¿A qué te refieres?
- Milagros, yo te necesito.
Alguien debía recoger los pedazos rotos caídos del piso.
- No es cierto. Tú necesitarías a cualquiera que te haga sentir mejor.
Milagros movilizó toda su preciosa existencia lejos de mí.
Finalmente su viejo se dio cuenta que me había quedado fumado y sentado en las gradas de la puerta de su casa y me pidió que me fuera.